Experiencia de Lara en Gubbio, Italia

0
860

Gubbio fue para mí mi segunda experiencia en un intercambio juvenil europeo, y no por eso dejé de sorprenderme al darme cuenta del poder y fuerza que estas experiencias pueden tener sobre las personas.

En este caso, el proyecto de Gubbio estaba relacionado con el tema de la sostenibilidad, el ahorro de recursos naturales y el respeto al medio ambiente. Antes de llegar a Col de Cece, una casa en la montaña a unos 30 km del poblado de Gubbio, y a unos 10km del primer pueblo a la redonda, no sabíamos mucho de adónde íbamos ni qué nos encontraríamos.

Lo cierto es que no era ni mucho menos un hotel 5 estrellas, sino una casita encantadora perdida en mitad de las montañas de la región de Umbria, Italia, en dónde grupos de 5 nacionalidades diferentes (Rumanía, Turquía, España, Italia y Hungría) nos habíamos reunido para disfrutar de unos días apartados del ajetreo y estrés de nuestras ciudades para vivir en la más absoluta sencillez. Nuestros días en esa casa se limitaron a la convivencia entre nosotros, a una repartición justa del trabajo (despertadores, desayuno, comida, cena, limpieza, lugares comunes…), para lo que creamos unos horarios y grupos de trabajo, y a poder ser autosuficientes trabajando todos juntos.

Allí también aprendimos valores que teníamos casi enterrados entre los nuevos hábitos de abundancia que nos enseñan en nuestras ciudades, y a intentar cambiar los hábitos de consumo y gasto por otros hábitos que nos permitieran hacer mejor uso de los recursos naturales que todos tenemos pero que son limitados. Aprendimos a reutilizar los recursos en la medida de lo posible, a reciclarlos y a valorarlos en general, sin desperdiciarlos. También hicimos actividades manuales, y varios talleres entre los que hicimos jabones, velas, ambientadores, aceites y hasta una hamaca, con nuestras propias manos.

En general, Gubbio me sirvió no sólo para conocer a un grupo de gente excepcional, a intimar con personas que se cruzaron de casualidad por mi camino tanto como yo lo hice por el suyo, y a aprender que la convivencia es fácil y agradecida si todos ponemos nuestro granito de arena, sino que también me sirvió para hacer un parón en mi vida en el que después de una vorágine de inercia en el que el estrés te hace olvidarte de las cosas importantes, a veces, una visita a la montaña más perdida del mundo puede significar un punto y aparte en tu día a día, y a volver a empezar!

No hay comentarios

Dejar una respuesta